Procesando...


Fidel de Lucia: El pintor de Mendoza

Fidel de Lucia: El pintor de Mendoza

Predominantemente paisajista, Fidel De Lucia fue un pintor de considerable nivel artístico y a la vez tuvo éxito. Como exponía periódicamente en Buenos Aires, allá se encuentra la mayor parte de su obra, tanto en colecciones privadas como en distintos museos. Hijo de don Aquilino y de doña María Di Fonso, oriundos de Chieti, Italia, nació en un viaje que hicieron sus padres a Brasil el 25 de junio de 1896. Su primera muestra (colectiva, junto con Bravo) se remonta a su juventud, en 1918. Falleció el 5 de abril de 1956.

Dijo Vicente Nacarato (" LOS ANDES", 4.4.66) que sólo contaba 15 años cuando concurría a la Escuela de Dibujo y Pintura de la Provincia y que junto con Antonio Bravo padeció en su iniciación la fascinante influencia de Fader, camino que abandonó para proseguir con una producción propia y personal. La época en que le tocó actuar -prosigue- era la de un incipiente romanticismo, de una bohemia plena de promisorias esperanzas, dentro del mezquino ámbito provinciano, que no ofrecía otra realidad que la indiferencia de un medio nada propicio para el desarrollo de las nobles inquietudes de las artes y las letras. "Sin embargo, en aquel tiempo, brillaba triunfante la figura señera de Fernando Fader, a quien vimos con ojos de niño asombrado, provisto de una paleta viajera, tomando apuntes en la verdes orillas del canal zanjón".

Trabajador infatigable
Y también Nacarato nos da esta descripción: "Fidel De Lucia aparece ante nuestro encendido recuerdo con la imagen que siempre lo revistiera de una noble y delicada austeridad. Su estatura ni alta ni baja; sus modales mesurados; su carácter firme y optimista podía vislumbrarse a través de su rostro circunspecto, pero no ajeno a esa sonrisa presta a asomarse por cualquier ocasional ocurrencia de sus amigos. Pertrechado en su fortaleza de hombre decidido, honrado y cordial, fácil era advertir su condición de infatigable trabajador, fiel a su capacidad intuitiva de inteligente autodidacta, que no le dejaba tiempo para distraerse en meras disputas de capilla, no obstante saber de teorías no pocas, como lo subrayara el crítico de arte León Pagano, en uno de los encomiosos juicios formulados acerca de su obra".

De Lucia no sólo llamó la atención con su pintura sino que se ocupó activamente del desarrollo cultural y desempeñó una intensa acción docente. Baste citar que fundó el Museo Provincial de Bellas Artes, participó en la fundación de la Academia Provincial, organizó el Museo de Bellas Artes "Fernando Fader" de Godoy Cruz y fue designado, por sus méritos, profesor de la Universidad Nacional de Cuyo en dibujo y pintura, en el Instituto Superior de Artes Plásticas.

Desafiando al tiempo
Se han ocupado de su obra, entre otros, los críticos Antonio Pérez Valiente de Moctezuma, José León Pagano, Fernán Félix de Amador, José González Carbalho, Ricardo Gutiérrez, Gregorio Corvalán, Sixto Martelli, Vicente Nacarato y Guillermo Petra Sierralta.

Hoy, cuando todo vale en la pintura y se cuenta con el auxilio de las técnicas más diversas y avanzadas, la obra de De Lucia pareciera más sólida y desafiante de los años. Resuelta con firmeza en su estructura, optimista en tanto que afirmación de la naturaleza, con un amor panteísta por el paisaje, de sabroso empaste y divulgadora de nuestra Mendoza rural, urbana y semiurbana de la primera mitad del siglo XX, esta pintura no podía menos que cimentar el arte local y darnos prestigio más allá de nuestras fronteras, ya que desde Nueva York vinieron a adquirir algunas telas para la colección "Arte Contemporáneo del Hemisferio Occidental".

En sus óleos encontramos cierto iluminismo que caracterizó a los impresionistas, pero más resuelto por la recurrencia al claroscuro, así como cierta atmósfera inquietante en ocasiones, de sabor expresionista, como la rama desgajada, el árbol caído o reseco o la planta que, como un pulpo, sufre un destino de villano. A veces se acercó a la abstracción, tomando el paisaje como punto de partida hacia la expresión de un convulsionado estado de ánimo. Ecléctico, sin importarle modas ni corrientes, interpretó hábilmente la naturaleza mendocina, en una espléndida captación sinfónica, buscando las puras resonancias artísticas.